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El arquitecto de interiores Bruno Lavedan se ha encargado de la reforma integral de un ático en Embajadores, en pleno centro de Madrid, "que desafía convenciones, entrelazando la memoria del edificio con un estilo de vida contemporáneo y cosmopolita", señalan desde el Estudio. Y añaden que la propuesta parte de un diálogo sensorial: la fusión de materiales raw, fríos y cálidos que, en armonía, dan vida a un espacio acogedor con sutiles guiños a la década de los 70, época de construcción original de la vivienda.
Lejos de borrar el pasado, la intervención lo abraza y reinterpreta. Materiales de siempre, como el linóleo natural en los suelos, recuperan protagonismo con un uso contemporáneo, aportando carácter y calidez. Una de las paredes principales desvela la historia del inmueble, dejando a la vista el yeso original con las marcas del tiempo, un testimonio poético de las capas vividas por el espacio.
La nueva distribución, pensada para maximizar la luz natural y adaptarse al ritmo de vida de sus propietarios, transforma por completo la funcionalidad del ático. Se ha mejorado drásticamente el confort con nuevas carpinterías y climatización. La zona de día se concibe como un amplio espacio fluido que integra salón, comedor y una cocina con isla central en acero inoxidable macizo de 5mm y frente de fresno natural, concebida para el disfrute y la conexión. Desde aquí, así como desde la zona de comedor, se accede a dos terrazas que ofrecen inmejorables vistas del centro de Madrid, inundando de luz cada rincón.
La funcionalidad se resuelve con creatividad y estética. Bloques de vidrio Pavés no solo tamizan y transportan la luz, sino que también delimitan espacios a través de un juego translúcido de gran belleza. La paleta cromática juega con blanco, negro, gris y madera pero suma viveza con chispas de color, como el tono naranja del icónico sofá Togo de Michel Ducaroy para Ligne Roset y el rojo de la gran lámpara suspendida lineal sobre la isla de cocina, diseñada en exclusiva por Bruno Lavedán.
También diseñadas a medida por el propio Bruno Lavedan, las puertas superan los dos metros y medio de altura y están realizadas en pino, incorporando un discreto uñero. Esta elección refuerza la pureza de líneas y se alinea con la visión limpia y minimalista del proyecto.
En el baño, la audacia se manifiesta con una gran poza de mármol de doble grifería y una singular disposición de dos duchas enfrentadas, un guiño lúdico que, combinado con el gresite, evoca la atmósfera de un vestuario clásico con un giro moderno.
El espacio de trabajo se integra de forma inteligente, ocultándose tras una cortina azul de onda perfecta cuando no está en uso, manteniendo la serenidad visual del área social.
“No quería imponer una estética, sino escuchar lo que el espacio ya contaba. La clave fue establecer un diálogo entre los materiales, la luz y la historia del lugar, para crear una vivienda que se sintiera vivida, honesta y plenamente contemporánea” explica Bruno Lavedan.
Este proyecto es una declaración de intenciones: una vivienda que respira historia a la vez que abraza el presente, donde la pureza de líneas, los acentos de color y la reinterpretación de materiales construyen un hogar con personalidad, diseñado para perdurar y para ser vivido intensamente.