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La arquitectura y el urbanismo avanzan hacia soluciones pasivas, materiales inteligentes e infraestructuras verdes para hacer frente al estrés térmico en entornos urbanos.
Ante el incremento sostenido de las olas de calor extremas, el sector de la construcción está reconfigurando sus estrategias de diseño y planificación urbana. La respuesta incluye desde el uso de técnicas pasivas hasta la incorporación de materiales avanzados y soluciones vegetales que permiten reducir el impacto térmico y mejorar el confort ambiental, sin incrementar la demanda energética.
Una de las estrategias más consolidadas es la arquitectura bioclimática, basada en principios de diseño pasivo como la orientación estratégica de los edificios, la ventilación cruzada, las fachadas ventiladas, los techos verdes y el uso de materiales aislantes naturales, como lana de roca, celulosa o corcho.
A estas soluciones se suman materiales reflectantes para cubiertas y pavimentos, diseñados para reducir la temperatura superficial desviando la radiación solar.
Entre los ejemplos más representativos se encuentran:
La investigación en ciencia de materiales aporta soluciones emergentes en este contexto. Equipos como el de Cornell University han desarrollado materiales como la “madera óptica”, que actúa como enfriador pasivo gracias a su baja absorción solar.
También se están explorando superficies micropatronadas, capaces de comportarse como emisores térmicos selectivos: reflejan el calor en verano y lo conservan en invierno, todo sin aporte energético externo.
En el ámbito urbano, las infraestructuras públicas adaptativas son clave para mitigar el estrés térmico. En Barcelona, la instalación de toldos textiles y pérgolas fotovoltaicas en patios escolares, plazas y zonas verdes ha permitido generar más de 50.000 m² de sombra, protegiendo más del 60 % del espacio público expuesto. Estas estructuras no solo aportan sombra, sino que producen energía renovable y fomentan el uso del espacio exterior incluso en periodos de calor intenso.
La integración de vegetación en edificios y espacios públicos se consolida como estrategia climática. Soluciones móviles como Polinature, un refugio climático portátil con jardines verticales, han demostrado ser eficaces en la reducción de hasta 5 °C de temperatura ambiente. Su instalación en espacios abiertos permite una respuesta ágil ante episodios extremos.
Por su parte, edificaciones como el Bosco Verticale de Milán o "La Vela" en Madrid ejemplifican cómo la vegetación en fachadas y azoteas puede reducir la temperatura urbana hasta 4 °C, regular la humedad ambiental y mejorar la calidad del aire y la biodiversidad.
Una de las propuestas más innovadoras en urbanismo climático es Solana, desarrollo al norte de Madrid que adopta el modelo de esqueleto verde: una red continua de corredores ecológicos que estructura el tejido urbano desde criterios naturales.
Este enfoque concibe los espacios verdes como infraestructura esencial, con funciones térmicas, sociales y ecológicas. La red, compuesta por más de 290.000 m² de áreas interconectadas, actúa como regulador climático, mejora la ventilación urbana, fomenta la movilidad no motorizada y reduce el efecto isla de calor.